José López Carrasco tiene 130 gallinas en su patio trasero en Litchfield. Comenzó con cuatro, pero decidió expandir el gallinero para honrar a sus abuelos, quienes le enseñaron cómo criarlas en Cochabamba, Bolivia. Esas eran parte de sus lecciones sobre cómo sus ancestros honraban a la Madre Naturaleza.
Las gallinas son una de las formas en que López Carrasco mantiene los lazos con su tierra natal. La música es otra, y es un asunto de familia.
Muy cerca del gallinero, junto a sus dos hermanos y su sobrino, entonan sus instrumentos mientras visten los tradicionales ponchos negros. Tocan una canción popular sobre Achacachi, un pueblo cerca de La Paz, capital de Bolivia. Es un canto alegre en el que resalta el charango, un pequeño instrumento de cuerda hecho tradicionalmente con el caparazón del lomo de un armadillo.
Llamaron al grupo Manases en honor a las 12 tribus de Israel. Sus ocho integrantes usualmente cantan letras sobre la belleza de las mujeres, las tradiciones y su gran amor por la Madre Naturaleza, componente esencial de la cosmovisión indígena boliviana.
López Carrasco llegó a New Hampshire hace 40 años, después de casarse con su esposa americana, que conoció en una misión mormona en su país. Le tomó 17 años traer a sus padres, cinco hermanos y una hermana a los Estados Unidos. Todos ellos nacieron en las minas de plata de Oruro, en Bolivia, pero su padre los sacó de esa vida difícil cuando eran niños.
Él dice estar agradecido de no haber continuado la vida de esclavitud por la que pasaron sus abuelos.
Desde su llegada, la familia ha echado raíces en el sur de New Hampshire, la mayoría trabaja en el campo de la medicina. Sus trabajos de día ocupan casi todo su tiempo, pero los domingos, los ya 60 integrantes de la familia, se reúnen infaliblemente para celebrar su pasión: la música andina.
“Creo que nosotros somos toda la comunidad boliviana”, bromea López Carrasco. Después de todo, en todos sus años viviendo aquí, solo ha conocido a otros dos bolivianos que no son parte de su familia; él dice que está constantemente buscando más.

La primera vez que tocaron como grupo ni siquiera tenían nombre y el menor tenía sólo 11 años, pero tuvieron una racha de suerte. Se suponía que iban a ser el acto de apertura de una gran banda boliviana llamada Los Kjarkas, que es famosa en toda América Latina. Pero la banda no se presentó y los hermanos acabaron dando todo el concierto.
El público estaba eufórico, quería más. Jorge López Carrasco, quien aprendió por sí mismo a tocar el charango, recuerda el subidón de adrenalina de ese momento.
“Pensé, aquí no salimos vivos,” él dijo.
Su primer concierto en New Hampshire fue en el N.H Technical Institute, y ahora suelen tocar en festivales multiculturales en el verano.
Jorge López Carrasco, que toca la zampoña, dice que criar niños en los EE. UU. ha sido un desafío. Siente que los niños hispanos pierden mucho de su cultura en la escuela.
Cuando su hija tenía ocho años, le preguntó, confundida, si había nacido sólo estadounidense y no hispana, recuerda, “incluso después de que le enseñé constantemente sobre su cultura”, él dijo.
Su sobrino también pasó por esa confusión. Denis López Carrasco llegó a New Hampshire cuando tenía dos años, y constantemente se burlaban de él por ser hispano en la escuela primaria y secundaria.
Él dijo que fueron momentos difíciles en los que estaba formando su personalidad, pero con el apoyo de su familia, aprendió que hay mucho de qué enorgullecerse.
Se casó con una mujer brasileña y tiene un bebé en camino. Sus primos se casaron con personas de Filipinas, Guatemala y Rusia. La familia está creciendo y los López Carrasco están emocionados de expandir sus raíces. Denis espera que todos esos nuevos bebés aprendan a tocar un instrumento algún día.
“Ahora abrazo mi cultura hispana, me hace ser quien soy y estoy feliz de serlo”, dijo.
