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Tres emprendedores Latinos están cambiando la escena del café en New Hampshire

The specialty coffee movement, often called Third Wave Coffee, is influencing the lives of farmers in many countries in Latin America and Africa.
Gabriela Lozada
En las manos de Francisco Galeano, de Honduras, se muestran granos de alta calidad. Él está orgulloso de liderar un negocio que está ayudando a pequeños productores de café en su país. Su sueño de importar café de especialidad a los Estados Unidos comenzó cuando en una cafetería en California, él y su hermano pidieron una taza del mejor café que tenían y les sirvieron uno de Honduras.

Jonathan Caicedo tuesta café en un pequeño cobertizo desde su jardín en Danville. Separa el café en diferentes recipientes y los vierte en una pequeña máquina de tostado que compró hace un año.

Mientras lo tuesta, el aroma se impregna en su ropa.

“Es un olor dulce y ahumado”, él dice. “Mis vecinos me dicen, 'wow puedo olerlo desde aquí'”.

Caicedo es uno de los emprendedores Latinos que se dedican al negocio del café en New Hampshire. Ellos dicen que su misión es enseñarle a la gente la diferencia entre un café de baja calidad y uno de excelencia.

Caicedo y los otros dos cafeteros con los que ¿Qué Hay De Nuevo New Hampshire? conversó, importan café de especialidad, un término que usa el Specialty Coffee Association, una organización sin fines de lucro, para clasificar la calidad del grano del café entre 0 y 100 puntos. El que estos cafeteros ofrecen es de 80 o más puntos, lo cual lo cataloga de excelencia. Ellos dicen que las grandes cafeterías comerciales raramente llegan a este puntaje.

Estos cafeteros importan granos de pequeñas granjas en Latinoamérica y lo venden en línea, en tiendas locales, en mercadillos, o en sus propias cafeterías.

Caicedo comenzó su pequeño negocio el año pasado. Para él, tostar café es una obra que hace con amor ya que es una manera de ayudar a la gente de su remoto pueblo natal, El Carmen de Atrato en Colombia. Él dice que cuando era adolescente, fue testigo de la devastación causada por los grupos paramilitares.

“Destruyeron los sembríos de café y mataron campesinos”, dice. “Después el pueblo cambió, la delincuencia aumentó y ya nunca se fueron”.

Años después, Caicedo se unió al ejercito y eventualmente dejó su pueblo y su país, pero prometió regresar para ayudar a quienes dejó atrás. Él dice que comenzar su marca de café, Nativo Colombia, es una manera de hacerlo.

“No quiero ser otro tipo que se toma una foto con un granjero sólo para vender café”, dice Caicedo.

 Caicedo in front of his roasting shed. He sources his coffee from family farms in El Carmen de Atrato, a remote Colombian village. He says importing coffee from his hometown is not easy because of the numerous steps he has to go through to prove it’s a legal business. “I want to teach people Colombia is more than drugs and violence,” he says. “We have wonderful things.”
Gabriela Lozada
Caicedo frente a su cobertizo. Él compra su café en fincas familiares en El Carmen de Atrato, un remoto pueblo colombiano. Dice que importar café de su pueblo natal a Estados Unidos no es fácil debido a los numerosos pasos que tiene que seguir para demostrar que es un negocio legal. “Quiero enseñarle a la gente que Colombia es más que drogas y violencia”, dice. “Tenemos cosas maravillosas”.

A una hora y media desde Danville, en Bristol, Francisco Galeano y su familia también están construyendo un sueño. Él tuesta su café Odysea en el garaje de sus suegros, en una operación más grande que la de Caicedo.

Galeano dice que su familia en Honduras es propietaria de varias cafeterías de especialidad y que han estado en el negocio del café desde hace 35 años. Ahora, con su esposa americana, Gabrielle Duba, y su hija de dos años, él continúa con la tradición.

La pareja se conoció en Honduras y se mudaron a Bristol durante la pandemia para estar más cerca de la familia de ella. Están por abrir su primera cafetería en Bristol a finales del verano. Uno de los pequeños productores de café con los que colaboran vendrá a la inauguración.

Galeano dice que los padres de ambos los han apoyado económicamente. “La idea era juntar [a] la familia de ella y [a] mi familia para crear algo que perdurará para siempre”, cuenta.

Él dice que el secreto para un buen café es nunca tostarlo oscuro, lo que se conoce en inglés como “dark roast”. De esa manera, se podrán apreciar las diferentes notas de sabor, entre tonos frutales como toronja, durazno, y frutos del bosque, hasta chocolate.

Cuenta que la gente suele preguntar qué le pone al café, pero él pasa a explicarles que no agrega nada, que “ el café tiene sabores [naturales] dependiendo de la región y el microclima de donde provenga”.

Y según él, si se quiere probar el verdadero sabor de un café, hay que beberlo frío, o al clima, pero no helado o con hielo.

Galeano y Duba están tan comprometidos en traer la experiencia del café hondureño a New Hampshire que también organizan viajes a los sembríos. Ellos visitan con frecuencia Capucas Copán, Marcala, Montesinos, y Santa Bárbara, las regiones de donde viene su café.

“[Es importante] poder educar a las personas sobre por qué pagar un poco más a veces marca una gran diferencia en la vida de otra persona al otro lado del mundo”, dice Duba.

La pareja dice que el dinero extra que pagan por sus granos ayuda a los agricultores que luchan contra los impactos del cambio climático. Galeano señala que las plantas de café necesitan noches frías para prosperar, pero cada vez son más raras en Honduras. Él dice que eso empuja a los agricultores a plantar su café en altitudes cada vez mayores, lo que hace que sea más difícil bajar el café de las montañas.

Todos los cafeteros con los que habló ¿Qué Hay De Nuevo New Hampshire? dicen que pueden pagar más a los agricultores con los que trabajan porque tratan directamente con ellos, eliminando a los intermediarios.

Photo Caption: When the Galeanos moved to Bristol in 2020, they planned to stay just one year, but they found a community to grow as a family and as entrepreneurs. Still, their dream is to retire to a coffee farm in Honduras.
Gabriela Lozada
Cuando los Galeano se mudaron a Bristol en 2020, planeaban quedarse sólo por un año, pero encontraron en esta ciudad a la orilla de los lagos, la comunidad perfecta para crecer como una familia emprendedora. Aún así, sueñan con retirarse en una granja de café.

Otro cafetero emprendedor es Max Pruna, de Colombia, quien ya tiene su cafetería y una tostaduría en la costa. Él es el dueño de La Mulita, considerado un paraíso para los amantes de la cafeína en Rye. Le puso ese nombre a su negocio porque las mulas son los animales que los granjeros utilizan para bajar el café de las montañas a las moliendas.

De Medellín, Pruna llegó a New Hampshire en 1999 con su esposa. Vinieron a hacer estudios de posgrado pero se enamoraron del estado y decidieron quedarse.

Pruna dice que nunca imaginó convertirse en cafetero, hasta que atendió una cata de café en Boston dirigida por George Howell, un pionero del movimiento de café de especialidad en Estados Unidos en los años setentas.

Él dice que tuvo “una revelación”.

“Colombia tiene una cultura del café que no verás en ningún otro lado”, dice. “La gente te ofrecerá café a cualquier hora del día, y tenemos una de las industrias más avanzadas del mundo”.

Pruna importa su café de Antioquia, Wila, Nariño, Caldas y Quindío, las cinco principales regiones productoras de café colombiano de alta calidad. Pero dice que sueña con traer granos de Sierra Nevada, una tierra indígena con contacto limitado con el resto del mundo.

La Mulita abrió sus puertas durante la pandemia pero tuvo que cerrar a los seis meses; así que Pruna tuvo que ingeniarse para vender café en línea.

“Mucha gente se volvió amante del café durante la pandemia, así que hubieron veces que viajé hasta una hora para entregar apenas una bolsa de café”, dice. “No era rentable, pero quería que la gente [conozca] mi nombre”.

La Mulita’s Max Pruna, a big espresso fan, says although he loves coffee, his doctor told him he had to slow down.
Gabriela Lozada
Max Pruna, dueño de La Mulita, es un gran fanático del espresso pero dice que, aunque le encanta el café, su médico le dijo que debe reducir su ingesta de cafeína.

Cuando Pruna me ofreció una taza de café, le dije que el sabor me recuerda a mi mamá en Ecuador, a quién le encanta el café de calidad. Él y los otros tostadores Latinos dicen que el café también evoca recuerdos de sus madres. No es extraño, ya que a diferencia de Estados Unidos, en América Latina muchos tomamos café desde que somos niños. Pruna dice que tuvo su primera taza de café con leche y mucha azúcar cuando tenía seis años.

"Era como saborear el cielo", dice. “Supongo que a esa edad, cualquier cosa que tu mamá esté haciendo con amor sabe como lo mejor del mundo”.

Estos cafeteros dicen que cuando se trata de la taza de café perfecta, no es importante si tomas tu café solo o con leche, lo que importa es de dónde proviene, y las historias que cuenta.

A view of El Carmen de Atrato, Colombia.
Jonathan Caicedo / courtesy
Una vista panorámica de la noche cayendo en El Carmen de Atrato, en Colombia.

Gabriela Lozada is a Report for America corps member. Her focus is on Latinx community with original reporting done in Spanish for ¿Qué hay de Nuevo NH?.
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